Crónica de una cita. (Reseñando a un cliente)

Tengo por regla no reseñar a un cliente. Generalmente, contar como le fue es un derecho que se guarda la persona que contrata los servicios de una diva, pero como el susodicho no es asiduo de los foros y, después de todo, le pedí permiso para narrarles mi aventura, pues me sentiré una de ustedes y aquí les va:

Sucedió ayer en la villa tres del Lua. “M” me llamó como a las 9 y media para preguntarme si era posible vernos a las 11:00 de la noche. Hicimos los tratos correspondientes y a eso de las 11:15, con los datos confirmados, toque a su puerta.

Ayer en la tarde cambie mi look, ahora traigo el cabello algunos tonos más rubio y, aprovechando la visita al salón, me hicieron un alaciado muy coqueto con el que llegué a atender a este muchacho. Era un tipo alto, de unos treinta y tantos años, piel morena, mirada triste y manos grandes. Me conmovió mucho verlo tan nervioso, pero es algo que sucede con alguna frecuencia, en cuyos casos, trato de calmar al cliente para que entre en confianza y se relaje. Platicamos un rato. Él es abogado, pero trabaja de gerente de no se que cosa en una de esas empresas de nombre tan raro que no te deja ni imaginar el giro. De cualquier forma su platica resulto interesante. Me contaba, como si me hubiera leído la mente o conociera el foro, historias sobre la Ciudad de México, de sus cases, de su gente, de sus mitos.

Estaba tan a gusto conversando con él que cuando al fin llevó su mano a mi rostro y lo acaricio con el dorso, sentí un escalofrió de esos ricos que entusiasman cada uno de tus vasos capilares. El llevaba puesta ropa ligera y había evidencia de que había tomado una ducha mientras me esperaba. Yo llevaba un pantalón blanco ajustado, un top también blanco y un suéter café. Nos besamos. Sus manos traviesas comenzaron a recorrer mi cuerpo con alguna ansiedad, pero sin torpeza. Como que conocía sus movimientos y rastreaba mis reacciones. La destreza de su expedición por las hendiduras de mi ropa me obligo a abandonarme y permitirme gozar de las caricias obsequiadas.

Cuando por fin se atrevió a jugar con los botones de mi pantalón y sus dedos impacientes incursionaron en mi más sensible territorio, perdí el dominio. Un licor venenoso burbujeaba por mi cuerpo y fluía a caudales por entre mis muslos. Cerré los ojos y arqueando el cuello, le ofrecí instintiva la piel expuesta que cubre una yugular que palpitaba al ritmo de una emoción inesperada.

Lo lleve a la cama y delatando mi ansiedad, lo despoje de su ropa para dejarlo desguarnecido y vulnerable, sometido a mis deseos. Sentí en mis manos su erección franca y decidida que latía anhelosa buscando consuelo. Comencé entones a moverme como si del cielo con flautas y violines entonaran una armonía serpenteante. Con cuidado y con la lubricidad del amor prohibido, comencé a despojarme de mi ropa como de un caparazón estorboso.

Desnudos peinamos nuestros cuerpos con caricias tímidas y estables, a veces torpes, a veces precisas. Él me dio un beso y, con notable habilidad, me plantó boca abajo y, de nuevo esas manos, acarició mi cuerpo en un masaje experto que me transportó del placer estrictamente sexual, a una experiencia sensual y de alivio. Con sus manos recorría cada resquicio de mi piel expuesta, vigorizando la presión en unos puntos y acariciando tenuemente en otros, como mero paliativo de atriciones viejas y desconocidas. Con sus labios, al mismo tiempo, iba recorriendo diversas partes de mi cuerpo. No besaba ni relamía mi piel, como tal vez hubiera deseado, sino que con el puro vaho que emitía de palabras casi ininteligibles que iba narrando muy de cerca a mi piel como historias inconclusas de un país de maravillas. Sus labios moviéndose apenas en aparentes descuidos rozaban áreas de piel que reaccionaban convulsionándose. Cada bello en mi cuerpo estaba alerta, confundido por las sensaciones extravagantes de un doble masaje de labios perniciosos y manos expertas. Mi vulva estaba expuesta y esperanzada, pero él, ingrato y como si lo supiera y así lo deseara, tocaba cada parte del cuerpo pero me atormentaba desdeñando dar a mi centro ese roce experto.

Cuando beso mis labios estaba tan excitada que me dolía. Tomé serenamente su miembro y decidida, lo sometí. Vestí de látex el regalo prometido y como la vianda exquisita que era lo llevé a mi boca. Él musitó algunas frases incoherentes, quizá simples ruidos y empujo un poco su cuerpo hacia mí, como esperando que su hazaña agrandara mi garganta o la hiciera capaz de contenerlo entero. Apenas pude. Sentí que se venía como efecto de la fiesta oral y un dejo de decepción me alcanzó el subconsciente, supongo que él sintió lo mismo, pues contuvo la respiración y apretando las nalgas sacó con violencia su miembro de mis labios.

Me puso boca abajo de nuevo y sin mucho preámbulo me penetró. Cada embestida en ese ayuntamiento inesperado cimbraba mi cuerpo entero. Sentía el peso de su cuerpo grande abatir mis congojas y estrujarlas, pero el roce de su espada en mi eje me inyectaba una sensación de poder y de vulnerabilidad parecida supongo a la confusión del nacimiento.

Intento varias posiciones. Cada que sentía que alguno de los dos estábamos a punto de venirnos bajaba el ritmo o cambiaba de estrategia de modo que el placer se alargara lo más posible. Se mantuvo en ese ejercicio singular de machincuepas cadenciosas y corteses por más de hora y media. Logró regalarme cuando menos tres orgasmos y dos tentativas antes de al fin, cual ráfaga que atraviesa la hermética piel del rinoceronte, venirse con un espasmo y un lamento que, inundando el preservativo, latía en un pulso de vida y de muerte. Como torrente desesperado de un río revuelto y urgente. Se desvaneció sobre mí y se quedó, un rato recostado sobre mi hombro.

No conforme con la proeza que había realizado en mí, al terminar me pidió que me pusiera de nuevo de espaldas. La forma en que lo dijo, entre orden y súplica, me forzó a obedecerle, a pesar de que no estaba lista para soportar una segunda tanda de esa intensidad. Estaba pensando la forma de decírselo, cuando él comenzó a darme un nuevo masaje franco y desinteresado. Por segunda vez sus manos hicieron sus prestidigitaciones en mi cuerpo y, comenzando con un ritmo fuerte, para renovar las sensaciones de los músculos, siguió con una cadencia suave, como de pluma de ave, pasando la palma de su mano apenas un milímetro por encima de cada espacio de mi piel. Cuando estaba acariciando mi cuero cabelludo, me quedé profundamente dormida.

Cuando desperté, a eso de las cuatro de la madrugada, estaba completamente cobijada y él, dormido a una distancia respetuosa, como para no despertarme, no tenía encima mas nada que una camiseta y sus boxers. Cuando me levanté, recordando cada suceso de la noche anterior, tuve el impulso de preguntarle cuánto le debía, él me había pagado una hora de compañía cuando nos saludamos y, después de lo vivido, creo que es una de las veces que más he disfrutado en mi vida la forma en la que el pan me gano.

Despertó él también, charlamos unos minutos mas mientras nos duchábamos, le pregunté del foro, me dijo que no lo conocía, pero que trabaría de entrar. Le pedí permiso de escribir sobre la noche de anoche, nos reímos, nos acompañamos a nuestros coches y nos despedimos con la promesa de que esta había sido la primera, pero no la última, reunión de un par de amigos de los buenos.

Si de verdad lees esto, nuevo amigo, pues ya sabes que eres bueno, deberías pensar en profesionalizarte.

Con nostalgia
Fernanda, siempre
fernanda@fernandasiempre.com.mx



Publicado originalmente en el periódico Metro el jueves 5 de julio de 2007

20 porras y 2 mentadas:

Unknown dijo...

Muy buen relato

Y muy buena suerte por ambos, ya que cuando se puede disfrutar unos momentos así es un verdadero deleite.

Felicidades a "M" por tres razones:

1) Haber disfrutado a Fernanda.
2) Haber pagado una hora, pero estar con ella más de 5 horas.
3) Su habilidad y dedicación, Lo que dice Fernanda de él es el anhelo de muchísimos hombres y la verdad, sólo muy pocos lo logran.

Deberían existir cursos para los hombres, para que fueran muchas las mujeres que pudieran disfrutar así. Eso haría más feliz el mundo.

Unknown dijo...

PD. Un comentario para Fer:

Cuando se habla de los "pelitos" del cuerpo se esribe "vello", no "bello".

Espero que apareciera escrito correctamente en el diario Metro, ayer no pude comprarlo y no lo ví.

Anónimo dijo...

Hay pocos momentos como este, por lo que cuando se presentan hay que disfrutarlos plenamente.

UsuarioRemoto dijo...

Que bien que nos cuentas estas historias en la blogsfera, vientos!
Aunque no es bueno quedarse dormida en horas de trabajo, jeje.

MarvinNation dijo...

Querida Fernanda, desde esta maquinita de letras, detengo mis teclas un segundo para quitarme el bombín en tu nombre.

Me sigue impresionando la lucidez con la que plasmas tus ideas.

Síguele, síguele. E ignora a los pedantes que te corrigen simples errores de dedo.

Beatrix dijo...

Si sabes a donde me mandaste con este relato verdad?

Que barbara, en serio sin palabras, deberias de darnos un curso de descripcion a ver si se nos pega algo...

besos,

Beatrix

Anónimo dijo...

literata y puta? jajaja que poetico, en realidad fernanda o seas quien seas que escribe este blog, te hace falta un buen curso de redaccion,y tal vez leer mas, porque tus descripciones tratan de asemejar la pluma de el marques de sade, pero terminan recordandome a corin tellado!

Lulú dijo...

Ja ja ja ja ja podría borrarte Corín, pero es más fácil y constructivo decirte: ¡Qué mamón!

Charamusca dijo...

Adorada Fer.
Buena respuesta a es anonimo mamifero, necesita un curso antiamargura, tiene trauma.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Lulú dijo...

Ja ja ja ja ja ja, ya ves, también borrarte es opción y rete fácil. Besitos...

Ghost dijo...

Me encantó Fer. Gracias por alegrarme la pupila -ahora también con tus palabras-

Un beso

Lulú dijo...

Claro es más fácil borrarte, más fácil y más divertido. ¿Debatir? ¿Qué es eso? ¿Para qué? ¿Con quién? Vete al PRD mijo acá no vengo a debatir con nadie... Ja ja ja. Lo más padre es contestarte y de todos modos borrar tus pentontadas.

Anónimo dijo...

tengo muy poco tiempo que se de ti pero me gusta mucho la forma en la que llevas tu vida eres un ejemlo del exito y desde hoy no quiero perderme ningun relato tuyo y espero conocerte pronto ojala visites monterrey estos dias en monterrey

fernando dijo...

felicidades eres la mejor tus reatos me gustan mucho estan muy bien narrados y tu eres alguien muy especial

Anónimo dijo...

eres una putta pero eso que dices me excito adios

QUANTUM dijo...

Grrr !!

Me enkanta la literatura erotika !!

Anónimo dijo...

Estan geniales tus relatos, con este me hiciste eyacular sin siquiera tocarme, tan solo de imaginarme hayyy!!!

mundo dijo...

hola fernanda te felicito eres genial
no me pierdo tu columna del metro felicidades

ARSINVENIENDI dijo...

Fer,

A mi lo que me dio fue una envidia de la buena, de que alguien encontrara la llave de tu placer. Que alguien fuera capaz de disfrutar de tu proximidad y tu inteligencia, sino además de gozar de la proximidad de tu placer.