El asterisco


No he de negar que lo haya intentado, pero aunque me unte completito un tubo de lubricante o trate de concentrarme en la idea de que después del dolor viene lo bueno, sencillamente no logro hacer que pase. Cuando lo intento, siento que me van a partir en dos y me pongo a gritar como si me estuvieran matando. En su momento y con la esperanza de darle gusto a un viejo amor, llegué a tratar. Pensé que, con paciencia, podría encontrarle la maña. La neta es que no; apenas siento que va abriéndose camino y me vienen unos dolores insoportables. Ya me hice a la idea de que, aunque hacerlo sería muy rentable en mi oficio y placentero para mi pareja, esto es algo que no entrará en el repertorio de mis servicios ni de mis placeres.

El Rey (tercera y última parte)


Por eso, la repisa principal de mi armario, alberga mi nutrida colección de juguetitos, a la que ayer llegó un habitante nuevo. Un aparato difícil de conseguir, pero de efectos proigiosos. Me lo regaló un cliente a cambio de que le presentara a Gina. Gustosas las dos fuimos a atenderlo en pareja y salimos encantadas con nuestro hermoso regalo.

Es un aparato asombroso como de unos diez kilos de peso y de no más de 30 centímetros de alzada. Parece una especie de silla de montar o como uno de esos toros mecánicos de los rodeos. A mitad de la silla, sobresale la punta de un aditamento de goma y látex, de unos 20 cm y con la forma de un suculento pene.

Cuando te sientas en él (con el aditamento en la vagina) el aparato comienza a vibrar y a realizar, simultáneamente, movimientos circulares. La vibración es firme y consistente. Unas telitas de silicón (en la base del aditamento) rodean tus labios y, al vibrar papalotean, estimulado el clítoris desde afuera (como si fueran lengüetazos). En tanto, los giros que da el aparatito dentro de ti, alcanzan el punto G. La intensidad de los movimientos, tanto vibratorio como circular, las regulas con un control remoto. El orgasmo que esa madre provoca es una experiencia única. Estoy fascinada, tal vez enamorada. Sin duda, hay un nuevo consentido en la repisa. Qué digo consentido: ¡El Rey!

Besitos
Fernanda, siempre
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(OJO: PELIGRO DE XXX. No lo vayan a abrir en el trabajo o con más gente cerca, no les vaya a pasar lo que a LECTOR FRECUENTE)

El Rey (segunda parte)


Un día un cuate me visitó con la intención de hacer travesuras y, al ayudarme a bajar una película tres equis que tenía bien guardadita en aquella repisa, se encontró de frente con un tremendo pene azul, flexible, transparente y tres velocidades, que comenzó a zarandear frente a mi cara, muerto de risa y quejándose de que casi se saca un ojo con ese “consolador”. Me choca el término consolador. ¿Consuelo? ¡Que se lo den a las viudas! Yo no tengo juguetes porque necesite ser consolada, sino porque soy una mujer independiente a la que le gusta disfrutar su cuerpo, su sexualidad y de los orgasmos que puedo procurarme. Me enorgullezco de mi colección de juguetitos y, desde luego, del gusto que me han dado. Buena parte de ellos me los han llevado clientes generosos, que me los regalan como trofeo de lo vivido.

Yo, los recomiendo ampliamente. Quienes no los han probado, no saben de lo que se están perdiendo. Aunque a la hora de la verdad, todas sepamos que no hay nada como el sexo con otro ser humano para dejarnos satisfechas física y emocionalmente, no siempre hay cerca un buen samaritano (o samaritana) con el que quieras darte una desfogada y que además te corresponda, además, es muy placentero hacerse el amor a una misma por el puro gusto de hacerlo: consentirte, desearte, dedearte, explorarte, atenderte. Después de todo: ¿Puede alguien quererte y conocerte más que tú misma?

El Rey (primera parte)


Vienen en empaques, tamaños, grosores, velocidades, bifurcaciones, pesos, texturas, formas y colores surtidos. Para encontrarlos, debes buscar en lugares con poca luz (al fondo de algún cajón o en los anaqueles de tienditas con acceso restringido). Los usamos las solteras, las casadas, las viudas y las divorciadas. No importa la edad, profesión u orientación sexual. Los usamos las niñitas fresas, las reventadas, las roqueras, las guapachosas, así como las tías, las hermanas, las mamás y uno que otro muchachón de orientación distraída. Muchas los usan, pero muy pocas reconocen que los tienen. Son verdaderos generadores de felicidad, con pilas alcalinas.


Así es: En materia sexual, me declaro coleccionista de toda clase de juguetes y aparatitos. No me avergüenzan, de hecho, si no fuera por no robarle ni un minuto de inocencia a algún menor de edad que visitara mi casa, los tendría en una vitrina, a mitad de mi sala y, de ser posible, con una placa o inscripción que celebrara las hazañas de cada uno. Todos, sin embargo, ocupan la discreta (pero principal) repisa superior de mi armario. Allí, están perfectamente ordenados, clasificados y cuidados (como si fueran las joyas de la familia) cerca de un centenar de artefactos que van desde tiernos vibradores con forma de patito de hule hasta máquinas endemoniadas con la réplica exacta de los penes de famosos actores porno.


De cada uno sé su historia y lo he probado en carne propia con mejores o peores resultados. Hay algunos cuya eficacia me ha provocado tanta felicidad, que los tengo como mis posesiones más preciadas, los guardo en fundas especiales y los tengo más a la mano que cualesquiera otros. Si un día me viera envuelta en un incendio, después de salvar la vida, esos juguetitos serían lo primero que rescataría...

Calaverita 400


Esta noche cuando salgas
no olvides que es día de muertos
ten los ojos bien abiertos
y cuídate hasta las…

Camina con disimulo
pues la muerte en estos días
usa sus marrullerías
y te profana hasta el…

Si el momento se posterga
y a la calaca no escuchas
pon las orejas bien duchas
no vaya a cortar tu…

En todo caso a la banda
antes de morir les deja
un beso de oreja a oreja
su amiga la tal…

…Fernanda