Para una Angie...

Mira amiga, lo que te decía, una luna que se esconde muda, pasiva, transitoria. Una luna colorada que sirve de guirnaldas a otra angie, más dorado pero igual de chilangote y de especial. Una luna fugaz y eterna.

¿Quién más vio el eclipse?
¿Cuántos somos los que no dormimos?
Estuvo de huevos ¿No?


Crestomatia: Foto robada a http://chilangabanda.com/ y cito: la foto obra de Valente Rosas del periódico El Universal, como dicen “honor a quién honor merece.

Un corazón sincero...


Dibujando...


Blogueando

Hola amigos. Qué gusto saludarlos. No sé ni a quién le escribo pero heme aquí, tecleando disparates, pa’ comunicarme con quién sabe quién, en quién sabe dónde.

El otro día me preguntó un amiga para qué tengo un blog, si escribo poco en él y rara vez contesto los comentarios que me hacen (nomás cuando me pican la cresta ahí voy de ardida a poner cosas). La neta es que yo me metí a Internet por la vía de los foros, donde la cosa es, digamos, más dinámica. Cuando me mudé a esto de bloguear, pues cómo qué no le agarré la ondiux, al principio no supe cómo contestar y, cuando lo averigüé, no sé, ya la inercia me hizo seguir en las mismas.

No por eso no dejo de agradecer a todos y cada uno de los que me han regalado tan hermosos comentarios en estos no sé cuantos choros blogueros qué he dejado caer en este espacio virtual. Trataré, a instancias y reclamos de mi amiga, de estar más al pendiente y ser más educada respecto a las cosas lindas que me ponen.

La bautizada como vida fácil es a veces tan difícil que se necesitan anestesias. Haber encontrado este espacio y que haya sido el pretexto para rodearme de amigos y de buena vibra es algo que siempre le agradeceré a la vida, realmente todos los que me regalan un ratito de sus ojos y de su tiempo en ver qué jaladas escribo, se han convertido en mi jilocaína.

Un beso

P.D. No dejen de echarle un ojito al nuevo diseño de mi sitio güeb y decirme qué opinan.

La ley de la calle

Para variar, hoy voy a hablar un poquito en serio. Hace unas semanas se dio a conocer la noticia sobre una iniciativa de ley para regular la prostitución en esta maravillosa ciudad. De inmediato se dejaron oír, como en todos los casos controvertidos, voces a favor y en contra de la propuesta. Llegué a leer incluso que un grupo declaró que legalizarla sería algo así como hacer del Distrito Federal una especie de moderna Sodoma. Pícara como soy, me imaginé de inmediato a los diputados tratando de “sodomizar” la ciudad y no pude contener un espontaneo ataque de risa. Y es que si logran descifrar por dónde, estará más canijo encontrar con qué.

Me había contenido de opinar al respecto porque no me gusta hablar de lo que no sé. Sin embargo un lector y viejo amigo me hizo hace unos días el favor de hacerme llegar la iniciativa a mi correo y, después de leerla y sonreír un poco, me permito poner a su consideración unas pocas ideas sueltas.

Yo no sé de leyes, pero me encontré con la maravillosa sorpresa de que ésta más o menos la entendí. Me encantó esa parte que llaman exposición de motivos porque me ilustró sobre los recovecos, argumentos y anécdotas más inútiles sobre este negocio de vivir rentando el cuerpo. Me encantó que, como en cliché de los discursos políticos, el asunto empezara en Babilonia, las narraciones de Herodoto y las fiestas dedicadas a Afrodita. Me gustó aprender que “huila” es una paloma que va de aquí para allá y leer poemas prehispánicos dedicados a las artes de mi oficio.

Hablan de conferencias, recomendaciones, experiencias y propuestas con las que francamente no estoy familiarizada, pero que insisten en situaciones con las que, por obvias razones, me ha tocado lidiar durante mi vida ejerciendo la prostitución. Creo, después de leer la propuesta, que el asunto de regular el trabajo sexual redunda en dos cosas: La dignidad de quienes lo ejercemos y evitar que seamos explotadas.

En el amplio inventario de vender sexo, a mí como prostituta me ha tocado vivir una situación privilegiada. Soy mi propia jefa, cobro bien, sólo voy a sitios seguros y no tengo ningún tipo de explotador, padrote ni nadie a quien rendir cuentas. Hago una vida relativamente normal y paso por una chica tan común como cualquier otra, hasta que una llamada llega a mi celular y corro a encerrarme con un desconocido por una hora en la habitación de algún hotel. Estoy segura de que ese no es el caso de mis colegas que ofrecen en la calle sus servicios.

Creo que la mayoría de los casos de explotación y denigración que viven las sexoservidoras sucede en la vía pública. Por eso entiendo que la ley prácticamente se dedique en exclusiva a regular el trabajo callejero. Estoy incondicionalmente de acuerdo con cada cosa que se haga para mejorar sus condiciones. Habrá a quienes les moleste que el nuestro sea reconocido como un trabajo y que se nos busquen derechos y obligaciones, pero tienen que entender que no por cerrar los ojos la realidad deja de estar allí. Por más que así lo vean, no somos sólo mujeres lascivas dedicadas a romper con los valores de una sociedad compleja. Detrás de cada chica y de cada chico que a esto nos dedicamos hay historias muy complejas, familias, hijos, necesidades que nos hacen ofrecer nuestros cuerpos. No siempre es un trabajo feliz. En la mayoría de los casos es duro poner nuestra intimidad en alquiler y recorrer la vida por los caminos más complicados, pero a veces, cuando las puertas se van cerrando, esta parece la única y la más conveniente ventana que queda abierta. Siempre he pensado que entre más cosas existan que hagan de esto un trabajo más fácil, habrá más posibilidades de que encontremos el día de retirarnos o de prevenir que nuevas jovencitas se sumen cada día a las filas de nuestro enorme ejército.

De todos modos, creo que sería un paso maravilloso y gigantesco, que el trabajo que se haga para regular nuestro oficio, no se vaya sólo por el camino de fundar u oficializar zonas de tolerancia. Por más que se haga, la calle será siempre para esta profesión territorio de riesgo. Sería muy conveniente que se buscara el modo de regularizar las muchas formas que tenemos en la ciudad para ofrecer servicios de este tipo. Las agencias, las casas, el periódico o Internet, son el día de hoy algunas de las alternativas que sustituyen a la banqueta y el farol de las películas de antaño. Son, además, formas naturales y mucho más seguras de ofrecer un servicio salvándonos de riesgos y de explotación desmedida. En temas como el nuestro, la clandestinidad es el negocio. ¿No sería mejor habilitar y autorizar una casa de citas con medidas de seguridad, salud e higiene bien determinadas, que ungir una calle como prostíbulo? Hay muchas cosas que, en el tema del trabajo sexual, mejorarían si este tipo de espacios se regularan en positivo. No hay que confundir la explotación con la publicidad. El hecho de que alguien brinde el servicio de publicitarnos no lo hace explotador. Debería promoverse la regularización de este tipo de establecimientos y negocios que nos colocan fuera de la calle y nos dan más oportunidades de ser nuestras propias administradoras cuidando de nuestra dignidad y evitando que nos exploten. Oficializar el giro y establecer reglas básicas que hagan de todo esto una actividad segura para clientes y prestadoras. Internet, bien regulado, podría convertirse en toda una alternativa para disminuir riesgos e independizar el oficio. Podría inclusive convertirse en una especie de servicio público donde sin mayor gasto público las chicas puedan publicitarse desde la virtualidad sin los peligros de la calle. En realidad no sé, sólo son ideas que se me ocurren, ya de la iniciativa hablarán los que saben.

Espero cuando menos que estas ideas lleguen de un modo a alguien que pueda aprovecharlas.
Un beso
Fernanda, Siempre

Publicado en el periódico Metro el 14 de agosto de 2007