México

¡Cambio de planes!

¡Todo el domingo y el lunes estoy en la capital de los Imecas, y por la noche regreso a Cuernavaca!

¡Llama ya!

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Cuernavaca

Bueno pues ya empezó el frió y para estar calientitos, ¿por que no se dan una escapada a la ciudad de la eterna primavera? Y si ya andan por acá y tienen ganas de pasar un rato agradable, ¡llámenme!

¡Yo ando por estos rumbos aprovechando el clima!


Besitos

Fernanda Siempre

Acapulcazo P2

Llegamos casi a las once de la noche. Pasamos por lana a un cajero y nos fuimos directito al Palladium. Estaba hasta la madre, pero ya no estaban poniéndose mamones para dejar pasar. Obvio, no alcanzamos mesa, pero estuvimos chupando y bailando hasta muy entrada la noche. Llegamos a eso de las once; como a las doce y media Manuel me robó un primer beso. Como al cuarto para las dos ya estábamos fajando en un rinconcito del antro y como a eso de las tres y media decidimos irnos.

Buscar un hotel con habitaciones libres en Acapulco a las cuatro de la madrugada un sábado de semana santa es misión imposible. Especialmente cuando quienes buscan son dos parejitas medio pedas, sin maletas y con más ganas de coger que de dormir. Recorrimos Acapulco de cabo a rabo. A eso de las cinco, estaba dispuesta a terminar la noche buscando un rinconcito donde dormir, o al menos acurrucarme con Manuel en la playa. Él se veía cansado y había tomado un chorro así que, llegando a la costera lo convencí de que me dejara seguir manejando. Iba a toda madre pasando la Diana cuando un gatito se atravesó y se quedó lampareado frente a la nave. Di el volantazo.

Cuando el sol salió, teníamos el coche medio hecho mierda, la cruda comenzaba a hacer de las suyas y unos tiras nos invitaban caballerosamente a exprimir nuestras tarjetas en un cajero para evitarnos el mal rato de ser remitidos al fresco bote. Yo lloraba de la vergüenza. A las once de la mañana pudimos dejar el coche en un taller donde el seguro se haría cargo. La neta es que Manuel fue el que sacó casi toda la lana con la que hicimos frente al asunto, mordida al honorable cuerpo de tamarindos tropicales, grúa, seguro y hasta los boletos del camión en el que nos regresamos. A las cinco de la tarde, apenas con unos chetos y un refresco en la barriga, conseguimos un guajolotero que nos trajera de regreso con la poca lana que quedaba.

El camión estaba del nabo, pero Manuel se había portado chidísimo. Me fui con él acurrucada en el asiento de hasta atrás. Cuando cayó la noche, poco antes de llegar a Tres Marías, todo estaba muy tranquilo, a nuestro alrededor todos dormían, así que, como no encontré una mejor forma de agradecer a Manuel lo bien que se había portado, con mucha discreción se la mamé allí mismo. Cuando llegamos a México, Manuel ya era mi novio. Duramos como año y medio.

Un beso

Fernanda, siempre

Acapulcazo

Una amiga muy querida me pidió que publicara aquí esta crónica, que en algún momento salio en Metro:


Tengo una amiga que se llama Vero. Es una mujer muy guapa y divertida. Hace unos días cumplió treinta años y lo celebramos yendo con la banda a un bar de estrípers. La neta es que Vero está bien buena. Conserva una figura que envidiaría cualquier veinteañera, unas tetas que son dos frescos y lozanos melones y un rostro de muñequita; de esas caras que cuando las ves, piensas que no rompe un plato, pero cuando la conoces, sabes que es capaz de acabar con la vajilla. Es casada y dice estar muy enamorada. Se nota que es la neta, pues su marido es un tipo a todo dar y tienen una niña que es un encanto. Por eso se porta bien y sus travesuras no pasan de escaparse una noche con sus amigas a pellizcarle un glúteo a estos papis medio encuerados y a contarnos sus antiguas glorias:

-Tenía dieciocho años ¿saben?- Nos contó a todas acercándose y curveando la mano sobre sus labios, como si con eso nos invitara a ser cómplices de una confidencia. Después siguió:

-A esta edad una todavía parece niña, pero ya se hacen travesuras de grande, digo, una ya es cancha reglamentaria y sabe que las abejitas y las florecitas nada tienen que ver con coger. A esa edad una lo que quiere es comerse el mundo.

Eran las vacaciones de semana mayor. Ya era viernes y el jueves santo había sido un día desperdiciado de un puente que amenazaba con terminar, antes de haber logrado al menos un buen reventón. Después de comer, fui a casa de Rebeca, una amiga de la prepa. Allí estaban ella, su primo Manuel y un tal Miguelito que dizque era novio de mi amiga. Todos estábamos aburridísimos, hasta que decidimos salir a dar el rol en el carro que hacía poco le habían dado a Manuel.

Como salimos sin rumbo fijo, Manuel agarró Insurgentes buscando algún lugarcillo abierto donde bajarnos al menos a echar unos tragos. Cuando vimos que ya andábamos por el estadio de CU, al Miguelito (que hasta entonces se había mantenido casi sin hablar), se le ocurrió proponer que nos siguiéramos hasta Cuernavaca. Nos pareció buena puntada. Ya en Cuernavaca Manuel dijo que si nadie se oponía, seguiría manejando hasta Acapulco. Desde un teléfono de moneditas en una Gasolinera de Cuernavaca hicimos las llamadas correspondientes, cada quien dando la coartada más creíble. Todos apoquinamos la lana que traíamos, vimos que alcanzaba pa´ la gas y las casetas y agarramos, sin más promesa que la aventura, la autopista del sol.

Continuara . . .

¿Se acuerdan? . . . 4





¿Se acuerdan? . . . 3



¿Se acuerdan? . . . 2





¿Se acuerdan?