Una historia más de la ciudad

Qué les digo además de que fue horrible. En una ciudad como la nuestra una tiene que estar preparada para cualquier cosa, pero cuando cualquier cosa sucede, te das cuenta de lo frágil que es la vida y de lo imposible que es prepararse para todo. Ayer en la madrugada me asaltaron. Fue en la colonia del Valle y acompañada por mi mejor amiga. Dos orangutanes se acercaron a mi carro y a punta de pistola obligaron a salir a mi amiga a la que encerraron en otro coche con un tercer simio.

A mí me obligaron a pasarme al asiento de al lado, me golpearon con una pistola y me secuestraron. Estaba segura de que abusarían de mí, pero simplemente me llevaron a cajeros electrónicos y me hicieron exprimir todas mis tarjetas. Se llevaron mi carro, un jetta negro 2004 con asientos de piel y quemacocos. Me dejaron sin dinero y además se llevaron un par de lentes que tenía, un Xbox nuevecito que llevaba en la cajuela, mi maquillaje, mis cremas, algunos cambios de ropa y mi dignidad.

El resto de la noche y parte de la mañana la pasé en el Ministerio Público tratando de hacer que les importara eso a lo que están acostumbrados. A oír, desde luego, resolver es harina de otro costal. El seguro me echó la mano y me ayudará a recuperar parte de lo perdido, pero nunca del susto y del coraje.

No sé qué escribir, además de que lamento vivir en un mundo en el que estas cosas proliferen. Hay que vivir con miedo porque en cada esquina, en cada semáforo, en cada sombra puede aparecer un hijo de la chingada que te cambie la vida. Neta que no se vale.

Ya en otro momento les contaré más, pero ahorita sólo quería sacar el berrinche y platicarles un poco de este infierno que es vivir sin sentirse segura.

Un beso
Fernanda

¿Soy lesbiana?

Dedicado a mi amiga Alexandra

-¿Te gustan las mujeres?- Me preguntó al oído una chica a la que le estaba dando un servicio junto a su novio. -Mucho- Le contesté exagerando el gesto. Ella se me acercó y, poniendo su mano en mi retaguardia, me dio un beso suave en la comisura de los labios. Su novio observaba a distancia esbozando una sonrisa franca y libidinosa.

La chica era guapa. Bajita como yo, con un cuerpo bonito y cara dulce. Suspiraba y gemía cuando me tocaba. A veces se entusiasmaba de más y dejaba escapar una risita boba que ahogaba acercando a mis senos su cara. Me hacía preguntas a quemaropa, casi soplándolas en mis oídos. Estábamos vestidas, pero nuestras manos se paseaban por los cuerpos explorando contornos. Me dio un beso tierno, de esos que consienten los labios y comunican sin irrumpir. El novio, guardando distancia, comenzaba a masturbarse.

Nos desnudamos una a la otra casi como si estuviéramos bailando o como si fuéramos amigas y amantes desde siempre. Desnudas, tomó a su hombre de la mano y lo llevó a la cama. Cuando lo tuvo recostado y con una erección increíble, le puso un condón con la boca y me pidió que se la chupara. Discretamente ella puso su rostro entre mis piernas e incursionó en mi intimidad con caricias que humedecían el sito con los destilados manados de su lengua y de mi cuerpo. A partir de ahí disfrutamos de dos horas del mejor trío que he hecho en mi vida.

-¿Eres lesbiana?- Me preguntó al final cuando estábamos recostadas boca abajo rodeando el cuerpo del novio que nos acariciaba la espalda con una mano a cada una.

- A veces- Le contesté mintiendo. Me gusta tener sexo con mujeres y cuando por la calle pasa alguna chica hermosa no puedo evitar voltear a verla ni disimular el deseo, pero no me considero lesbiana porque no podría enamorarme de una. El cuerpo de la chica era compacto y delicado, de movimientos ágiles y mucha intuición para el placer. Tenía un rostro agradable adornado por unos inmensos ojos negros de pestañas tupidas y oscurísimas que les daban profundidad oceánica. El chico era tímido. Alto, muy delgado y con manos tibias. No era guapo, pero sí muy simpático y considerado.

Me contaron que tenían la fantasía de hacer esto desde hacía tiempo, pero que les había dado mucha pena buscar una chica que lo hiciera por placer. Me contuve de decirles que, al menos a ella, me daban ganas de preguntarle cuánto le debía, pero la tome de la mano y le dije que parecía que lo habían hecho siempre, les confesé lo mucho que había disfrutado. Ella sonrió tímidamente, casi con vergüenza, antes de pedirme que no pensara que era lesbiana, pues aunque le había gustado, era la primera vez que tocaba a otra chica de esa forma. El novio sonrió descaradamente y dándole un beso le dijo - Claro mi tortillita, tú nomás bateas de un lado- Los tres nos reímos y nos abrazamos.

Estuvimos platicando casi tres cuartos de hora antes de comenzar a vestirnos. Ella llevaba unos jeans que se ajustaban perfectamente a su figura y una blusa fresca que dejaba expuesta gran parte de la piel de sus senos. Nos despedimos con un beso casual y con la promesa de volver a intentarlo algún día.

De regreso a casa no podía contener la sonrisa que me habían dejado. Era una pareja normal sin mayores o menores complicaciones que las de cualquier otra pareja en el planeta, lo que los diferenciaba era que habían tomado la decisión de experimentar con algo arriesgado que, para muchos, puede dañar una relación de forma irreparable. Ellos habían salido bien librados, cuando menos por la cara de satisfacción con la que ambos abandonaron el cuarto de nuestros pecados. Ya en el carro, sentía todavía el suave pulso de sus labios en mi cuerpo y la fricción de sus caricias perspicaces. Recordaba el movimiento de sus articulaciones, contoneándose como esos gatitos rejegos que no sabes si te están abrazando o quieren huir al agitarse como si se escabulleran. Llegué a mi casa, preparé un té de limón, me metí a la cama y me masturbé pensando en las caricias de una chica por las que apenas una hora antes había cobrado.

Cariñosamente
Fernanda, siempre
fernanda@fernandasiempre.com.mx

Publicado originalmente en el periodico Metro el martes 17 de junio de 2007

Besitos

Me encanta esto. Estoy leyendo mi blog y me encuentro con comentarios que siempre me entusiasman. El otro día que no tenía nada mejor que hacer, me puse a redactar mi Manifiesto y ¡Zaz! que lo pego. Me han apapachado mucho pero también, y creo que con alguna razón, alguien me hizo notar que estoy dándole a esto un giro melancolico que no viene al caso si no quiero dormir a nadie con mis notas, este blog se abrió como un espacio para el chacoteo y pa' contarles un poquito de mi destrampada vida, especialmente aquellas cosas que por una u otra razón no publico en el periódico.

Estoy contenta, eso de la depre es igual un episodio que a todos nos viene de cuando en cuando, pero la neta es que no me pegó tan duro pues seguí y seguiré echando relajo. Agarramos vuelo y vamos a seguir echándo relajo, disfrutando la pura vida.

No hay que dejar de darse una vueltecita por el foro, donde contesto más seguido y echenle un ojo a mi nuevo chat, allá podemos platicar en tiempo real cuando nos encontremos.

Besitos
FeR

MANIFIESTO

Enfrentada como estoy a mi insomnio, a mis cuitas y a mi colección de boleros insensatos cantados por “el Pirulí”, abrí una botella de vino, partí un queso, encendí un cigarro y celebré reunión solemne conmigo misma. La fiesta de uva fermentada en mis labios y los acordes mustios del requinto sirvieron de pretexto para hacer rigurosa auditoría a las torcidas rutas de mi vida. Con vanidad, pudor y gratitud, pasé revista al estado que guardan mi entorno y convicciones. Tomé, entonces, la determinación de hacer concilio con Fernanda y suscribir sin reservas el siguiente

MANIFIESTO

Soy feliz.

Llevo una vida complicada y un tanto pendenciera. Soy impulsiva, arrebatada y difícil. Pienso con la cabeza pero decido con las tripas. Tengo una voluntad inquebrantable y la firme ideología de que las cosas llegan cuando sabes aguardarlas. No acepto ataduras. Para mí un tormento es cualquier cosa que restrinja el ejercicio de mis libertades. He amado y sido amada. Vivo con intensidad cada etapa que paso. Lloro mis tristezas y me vierto en carcajadas durante mis alegrías. Soy feliz porque creo que en la vida no hay más límites que los que tú le pones. Estoy convencida de que se puede conquistar el mundo con dos manos y mucho corazón.

Soy íntegra. No me arrepiento de mis actos y enfrento sus resultados. Cometo errores todos los días, pero tengo los ovarios suficientemente plantados para reconocerlos y arreglarlos. Casi siempre me gusta la mujer que encuentro en el espejo. Disfruto cómo soy y lo que soy. He salido adelante sola y a veces no sé qué diablos hacer con todo, pero mantengo siempre el optimismo y salgo al mundo con la cara alegre, la música por dentro, muchos condones y la certeza de que doblando la próxima esquina me están esperando el destino y la fortuna para convidarme a un cafecito.

Soy reventada, imprudente y vanidosa. Sigo más los consejos del instinto que de la razón. He realizado tantas locuras que podría mi corta vida inspirar un estudio clínico. Me gusta ir de prisa y sin miedos. Agandallar todos los dulces cuando se rompe la piñata. Soy cínica a morir y no tengo pelos en la lengua. Aborrezco guardarme una opinión y soy firme de convicciones. Por ello, con los pies clavados en la tierra y la cabeza vagando en el humo de mis cigarrillos resolví poner en manifiesto y compartir contigo las decisiones que han de han de regir mi vida:

Decidí quererme más. Celebrar todos los días el milagro de mi existencia. Salir al mundo armada de valor y convencida de que merezco lo que quiero. No voy a permitir que me asfixien ni aceptaré críticas frívolas ni regaños de gente intolerante. Quien quiera estar conmigo deberá saber que tiene que ponerse a mi altura y aceptar que soy una mujer libre, trabajadora, fresca y luchona. Que no debe tener miedo a que en muchas cosas seré mejor que él, como yo no tengo miedo a que en otras él sea mejor que yo.

Decidí no dejar que me venzan. Afilar mis garras para afianzarme a un mundo en estrepitoso movimiento, pero también para defenderme de posibles amenazas. No es fácil la vida cuando para subsistir tu oficina y herramientas son el cuerpo y las caricias. Cuando para vender ilusiones abres los brazos y rentas ratos. Este trabajo ha fortalecido mi espíritu y me ha enseñado que detrás de toda llamada puedes encontrar recuerdos encantadores, pero cansa. No quiero ser nunca una puta triste. El día que de plano no pueda poner a mi trabajo un poquito de alegría, sin duda alguna colgaré los guantes.

Decidí trabajar muy duro. Cosechar de una buena siembra. Dedicar mi corazón y entusiasmo a asegurarme de que los puntos vayan coronando íes. No detener este tren de alegría que va fabricando sueños y levantando resultados. Salir a la vida cada día con la misma energía. Conocernos y olvidarnos a cada rato, en cada caricia o después de cerrar todas esas puertas de hotel. Romper corazones y que rompan el mío, demostrándole a la vida que las heridas cicatrizan. Soy jugadora, así que estoy dispuesta a perderlo todo intentando, pues creo firmemente que sólo el que trata gana.

Decidí cambiar sábanas cada día. Que un chorro de agua se lleve siempre las angustias y los dolores de la noche anterior. Dejar en paz los pétalos de las margaritas que me han demostrado no ser oráculo ni promesa. Equivocarme más seguido. Relajarme y tomar riesgos. Besar más y trabajar menos. Sonreír cuando me enoje. Decidí bailar mucho. Disfrutar sin remordimientos de todas las cosas que me complacen. Endulzar mi boca más seguido con enormes pasteles de mil hojas sin dejar ni la última migaja. Hacer el amor cantando, cuando menos tres veces al día. Volar, correr, gritar, emocionarme. Vivir jugando cada minuto.

Decidí jubilar los protocolos. Nada de apariencias ni fingimientos. Renuncio a toda clase de simulacros. Quiero vivir sin tintes, maquillajes ni persianas. Quien me quiera, que me quiera como soy, sin complejos ni mentiras. Poder, cuando lo sienta necesario, cambiar el timbre atemperado de mi voz por un sonoro eructo. Hacer el papel de niña mona no me queda, así que levantaré mi bandera de pirata y conquistaré con más gloria que pena los siete mares de la franqueza.

Decidí darme por completo. Estoy rodeada de mucha gente que me quiere. Hay personas que no conozco pero que han tenido el detalle noble de darme muestras de un afecto inmerecido, pero hay también personas que han tocado mi vida de manera especial y me han ayudado a ser quien soy. No conozco emoción más sublime que el cariño de un amigo. A mis amigos los llevo siempre y así en las buenas como en las malas sabré ser con ellos. Los quiero muchísimo.

Decidí honrar mi condición de mujer. La naturaleza me premió regalándome como funda un cuerpo que se inscribe en el gremio del sexo débil (já). En mis venas transita el orgullo de pensar, sentir, querer y comportarme como mujer. Somos el pivote del mundo. Esperanza, claridad, equilibrio, resistencia, paciencia, amor, belleza, inteligencia, sensatez, entereza, probidad, templanza, gerencia, indulgencia y fe son nuestras cualidades y estrategias. Me empeñaré en usarlas. Ser mujer es ser origen, fuente primaria de toda vida y razón.

Decidí resucitar mi corazón. Amar es la mejor manera de perpetuarse. Sé que en algún sitio está la persona que hará las alegrías de mis días y las delicias de mis noches. Me gusta despertar ilusionada, escuchar abrazada el canto del gallo y tomar satisfecha el café del desayuno. Espero a alguien prudente, que sepa hablarme y escucharme. Alguien en quien pueda confiar con los ojos cerrados. Un tipo que me quiera por neurótica y desinhibida. Capaz de cuidarme y respetarme. Que no desperdicie tiempo y energía en celos necios, que intuya que así como soy, desmadrosa y fría, un bonito detalle siempre es importante. Que entienda que las flores hablan con nosotras y me las regale más seguido. Un hombre que tenga convicciones, pero que sepa respetar las mías. Con quien pueda andar codo a codo, nadie delante, nadie detrás. Un hombre por quien me desvele cuando estemos juntos y más cuando estemos separados. Que sepa besarme y tenga intuición para buscar en mi cuerpo las caricias que me pierden. Alguien con quien pueda jugar todo el tiempo a ser feliz y termine por creérmela. No pido mucho, solo a aquel que se crea capaz de lo imposible. Si no llega no importa, no le temo a estar sola y siempre he creído que el sexo con amor es lo más hermoso, pero el sexo sin amor, muy divertido.

Vinimos a la vida sin saber por qué y sin haberlo pedido. Nos echan a andar de pronto y ni siquiera es alguien capaz de darnos un instructivo. Es trabajo nuestro tomar decisiones. Regarla a cada rato y estar busque y busque trapeadores del tamaño de nuestros errores. Se sufre mucho. Es un mundo ciego en el que a cada paso puedes pisar en falso y romperte la tatema. Por eso es tan importante que nos armemos de valor y vayamos siempre buscando la mejor ruta. Eso sí, la mejor, no siempre es la más fácil, lo más cansado y difícil son los caminos que suben, pero también son los únicos que te llevan arriba. Por eso, si me buscan, que por favor sea de subida.

Así lo manifiesta, suscribe y ratifica en la ciudad más loca del mundo una noche de verano esta puta belicosa que no tiene más nada que hacer hoy, que beber las últimas gotas de este vino e irse a dormir con más decisiones que ayer, pero menos que mañana.

Sinceramente
Fernanda

Crónica de una cita. (Reseñando a un cliente)

Tengo por regla no reseñar a un cliente. Generalmente, contar como le fue es un derecho que se guarda la persona que contrata los servicios de una diva, pero como el susodicho no es asiduo de los foros y, después de todo, le pedí permiso para narrarles mi aventura, pues me sentiré una de ustedes y aquí les va:

Sucedió ayer en la villa tres del Lua. “M” me llamó como a las 9 y media para preguntarme si era posible vernos a las 11:00 de la noche. Hicimos los tratos correspondientes y a eso de las 11:15, con los datos confirmados, toque a su puerta.

Ayer en la tarde cambie mi look, ahora traigo el cabello algunos tonos más rubio y, aprovechando la visita al salón, me hicieron un alaciado muy coqueto con el que llegué a atender a este muchacho. Era un tipo alto, de unos treinta y tantos años, piel morena, mirada triste y manos grandes. Me conmovió mucho verlo tan nervioso, pero es algo que sucede con alguna frecuencia, en cuyos casos, trato de calmar al cliente para que entre en confianza y se relaje. Platicamos un rato. Él es abogado, pero trabaja de gerente de no se que cosa en una de esas empresas de nombre tan raro que no te deja ni imaginar el giro. De cualquier forma su platica resulto interesante. Me contaba, como si me hubiera leído la mente o conociera el foro, historias sobre la Ciudad de México, de sus cases, de su gente, de sus mitos.

Estaba tan a gusto conversando con él que cuando al fin llevó su mano a mi rostro y lo acaricio con el dorso, sentí un escalofrió de esos ricos que entusiasman cada uno de tus vasos capilares. El llevaba puesta ropa ligera y había evidencia de que había tomado una ducha mientras me esperaba. Yo llevaba un pantalón blanco ajustado, un top también blanco y un suéter café. Nos besamos. Sus manos traviesas comenzaron a recorrer mi cuerpo con alguna ansiedad, pero sin torpeza. Como que conocía sus movimientos y rastreaba mis reacciones. La destreza de su expedición por las hendiduras de mi ropa me obligo a abandonarme y permitirme gozar de las caricias obsequiadas.

Cuando por fin se atrevió a jugar con los botones de mi pantalón y sus dedos impacientes incursionaron en mi más sensible territorio, perdí el dominio. Un licor venenoso burbujeaba por mi cuerpo y fluía a caudales por entre mis muslos. Cerré los ojos y arqueando el cuello, le ofrecí instintiva la piel expuesta que cubre una yugular que palpitaba al ritmo de una emoción inesperada.

Lo lleve a la cama y delatando mi ansiedad, lo despoje de su ropa para dejarlo desguarnecido y vulnerable, sometido a mis deseos. Sentí en mis manos su erección franca y decidida que latía anhelosa buscando consuelo. Comencé entones a moverme como si del cielo con flautas y violines entonaran una armonía serpenteante. Con cuidado y con la lubricidad del amor prohibido, comencé a despojarme de mi ropa como de un caparazón estorboso.

Desnudos peinamos nuestros cuerpos con caricias tímidas y estables, a veces torpes, a veces precisas. Él me dio un beso y, con notable habilidad, me plantó boca abajo y, de nuevo esas manos, acarició mi cuerpo en un masaje experto que me transportó del placer estrictamente sexual, a una experiencia sensual y de alivio. Con sus manos recorría cada resquicio de mi piel expuesta, vigorizando la presión en unos puntos y acariciando tenuemente en otros, como mero paliativo de atriciones viejas y desconocidas. Con sus labios, al mismo tiempo, iba recorriendo diversas partes de mi cuerpo. No besaba ni relamía mi piel, como tal vez hubiera deseado, sino que con el puro vaho que emitía de palabras casi ininteligibles que iba narrando muy de cerca a mi piel como historias inconclusas de un país de maravillas. Sus labios moviéndose apenas en aparentes descuidos rozaban áreas de piel que reaccionaban convulsionándose. Cada bello en mi cuerpo estaba alerta, confundido por las sensaciones extravagantes de un doble masaje de labios perniciosos y manos expertas. Mi vulva estaba expuesta y esperanzada, pero él, ingrato y como si lo supiera y así lo deseara, tocaba cada parte del cuerpo pero me atormentaba desdeñando dar a mi centro ese roce experto.

Cuando beso mis labios estaba tan excitada que me dolía. Tomé serenamente su miembro y decidida, lo sometí. Vestí de látex el regalo prometido y como la vianda exquisita que era lo llevé a mi boca. Él musitó algunas frases incoherentes, quizá simples ruidos y empujo un poco su cuerpo hacia mí, como esperando que su hazaña agrandara mi garganta o la hiciera capaz de contenerlo entero. Apenas pude. Sentí que se venía como efecto de la fiesta oral y un dejo de decepción me alcanzó el subconsciente, supongo que él sintió lo mismo, pues contuvo la respiración y apretando las nalgas sacó con violencia su miembro de mis labios.

Me puso boca abajo de nuevo y sin mucho preámbulo me penetró. Cada embestida en ese ayuntamiento inesperado cimbraba mi cuerpo entero. Sentía el peso de su cuerpo grande abatir mis congojas y estrujarlas, pero el roce de su espada en mi eje me inyectaba una sensación de poder y de vulnerabilidad parecida supongo a la confusión del nacimiento.

Intento varias posiciones. Cada que sentía que alguno de los dos estábamos a punto de venirnos bajaba el ritmo o cambiaba de estrategia de modo que el placer se alargara lo más posible. Se mantuvo en ese ejercicio singular de machincuepas cadenciosas y corteses por más de hora y media. Logró regalarme cuando menos tres orgasmos y dos tentativas antes de al fin, cual ráfaga que atraviesa la hermética piel del rinoceronte, venirse con un espasmo y un lamento que, inundando el preservativo, latía en un pulso de vida y de muerte. Como torrente desesperado de un río revuelto y urgente. Se desvaneció sobre mí y se quedó, un rato recostado sobre mi hombro.

No conforme con la proeza que había realizado en mí, al terminar me pidió que me pusiera de nuevo de espaldas. La forma en que lo dijo, entre orden y súplica, me forzó a obedecerle, a pesar de que no estaba lista para soportar una segunda tanda de esa intensidad. Estaba pensando la forma de decírselo, cuando él comenzó a darme un nuevo masaje franco y desinteresado. Por segunda vez sus manos hicieron sus prestidigitaciones en mi cuerpo y, comenzando con un ritmo fuerte, para renovar las sensaciones de los músculos, siguió con una cadencia suave, como de pluma de ave, pasando la palma de su mano apenas un milímetro por encima de cada espacio de mi piel. Cuando estaba acariciando mi cuero cabelludo, me quedé profundamente dormida.

Cuando desperté, a eso de las cuatro de la madrugada, estaba completamente cobijada y él, dormido a una distancia respetuosa, como para no despertarme, no tenía encima mas nada que una camiseta y sus boxers. Cuando me levanté, recordando cada suceso de la noche anterior, tuve el impulso de preguntarle cuánto le debía, él me había pagado una hora de compañía cuando nos saludamos y, después de lo vivido, creo que es una de las veces que más he disfrutado en mi vida la forma en la que el pan me gano.

Despertó él también, charlamos unos minutos mas mientras nos duchábamos, le pregunté del foro, me dijo que no lo conocía, pero que trabaría de entrar. Le pedí permiso de escribir sobre la noche de anoche, nos reímos, nos acompañamos a nuestros coches y nos despedimos con la promesa de que esta había sido la primera, pero no la última, reunión de un par de amigos de los buenos.

Si de verdad lees esto, nuevo amigo, pues ya sabes que eres bueno, deberías pensar en profesionalizarte.

Con nostalgia
Fernanda, siempre
fernanda@fernandasiempre.com.mx



Publicado originalmente en el periódico Metro el jueves 5 de julio de 2007

Nostalgias X

Hay veces que la frase más dolorosa que puedes escuchar es -Te amo-...





...Basta que oigas como se lo dicen a otra persona

Nostalgias IX

Lo sabía.
Era de suponerse que a ti no te dolería.
No es que no te importe.
Lo que pasa es que cicatrizas rápido.
Tantas cosas te han lastimado,
que tal vez no hay ninguna ya
capaz de hacerlo de nuevo.
Sabes convertirlo todo, superarlo.
¿Será como sacarse un moco?
No lo sé. Pregúntale al moco.

Nostalgias VIII

El problema de volverse un recuerdo es el inminente proceso de convertirse en olvido

Nostalgias VII

No me importa la certeza de los brazos compartidos.
No me duele tanto que seas de unas y de otras.
Lo que me aniquila es no tener el tamaño,
no sersiquiera lo suficiente
para ser una de ellas
y poder odiarte.

Nostalgias VI

Maldita rutina.
¿Qué significa ya todo esto?
Correos, palabras, imágenes, cuentos.
¿Qué importa ahora lo que te digan o lo que tengas que decir?
¿A dónde ir cuando se acabó el camino y no hay ruta de regreso?
Sentarme y contemplar cómo te besan o sentarme y cerrar los ojos.
No importa. Aunque no los vea, los fantasmas siguen allí.

Nostalgias V

Qué triste es esperar la llamada que no llegará ya.
Porque hay otros números, otras voces, otras alegrías.
Qué triste es pasar a segundo plano y comenzar a cavar
la cama en la que ha de reposar tu recuerdo.
Qué triste es que todo esto a nadie le importe.
Es morir sin flores. La vida sigue.

Nostalgias IV

Lo más terrible del silencio es su calma.
Ese intervalo de reposo que debe parecerse mucho a la muerte.
En esa paz se recuerda todo. Es imposible que las imágenes de lo vivido no se agolpen para atormentarte.
Tus manos, tus labios, tu sonrisa, tu cuerpo, tus caricias.
Entonces ruegas por un estruendo que interrumpa esa paz.
Que fulmine los recuerdos
porque sabes que nada es cierto.

Nostalgias III

¿Por qué?...

…No me expliques.
Déjame solamente hacer la pregunta.
Cuestionar al viento, a la congoja, a Dios.
No espero que me respondas.
Tu sentencia sería tan simple y categórica
que no me diría nada.
Sólo quiero saber por qué…

Nostalgias II

No estoy.
No pienso, no oigo, no veo, no sé.
Soy silencio que grita clamando auxilio, olvido.
- Cómo extraño esos labios- dice el sepulturero.
No hay alegría posible. No hay esperanza.
No existo. Me inventó Fernanda
una tarde que no tenía nada mejor que hacer.

Nostalgias

La nostalgia no es el recuerdo de lo que fue, sino de lo que debió ser... Por eso la nostalgia es triste.

Hay días que sonreír cuesta más trabajo.

Besitos
FeR

Mi ciudad

El otro día le estaba dando un servicio a un cliente norteño, pero no de Satélite y alrededores, sino realmente de uno de los bellos estados fronterizos. Era un tipo desmadroso y simpático, como casi todos los que vienen de esa región del país. Un cuate bigotón y bien dado, robusto y de mirada alegre. Estábamos en la cama. Yo, apoyada sobre mis rodillas y curveando el cuerpo, le practicaba sexo oral mientras le acariciaba con mis dedos. Él cosquilleaba mi cuerpo y pronunciaba monosílabos e interjecciones matizados con algunas galanterías silvestres. No entiendo por qué, cuando más concentrada estaba en mi tarea, al “cuñau” este se le ocurrió decirme, a modo de cumplido, que yo era lo único bueno que había encontrado en esta pinche ciudad.

No sé por qué los chilangos siempre estamos echando mentadas de nuestra ciudad, pero cuando alguien de fuera comienza a pinchearla así nomás por que si, nos calentamos como estufillas. Como a mi me enseñaron a no hablar con la boca llena, deje de chupársela. Él notó mi reacción y, como justificándose, me dijo que el Distrito Federal era algo así como el tapanco del infierno. Yo le dediqué una mirada de esas de prefecto en secundaria de gobierno y le dije, con mi tono más firme, que eso pensaban sólo los turistas extraviados que no saben encontrarle a mi ciudad el corazón y los brazos. Me ofreció una disculpa. La sentí tan sincera, que le di un beso e hicimos el amor como si nada hubiera sido dicho.

Mi ciudad es un coloso gris de extremidades infinitas y miles de ojos siempre atentos, un titán de chapopote coronado por la nube de ámbar y el sol turbio. Mi ciudad es un niño perdido que busca consuelo y es palacio que brinda en las noches tomando champagne. El Distrito Federal es el lugar más divertido del mundo y el más acogedor para vivir tus tristezas.

Mi ciudad es recreo y hastío. Un diamante pulido con complejo de carbón. Es sus calles, su gente, sus risas, su noche y su sol. Es el vendedor de pan de natas en medio de los carriles de alta, es la plancha enorme de un zócalo en el que los gritos se renuevan entre fiesta y fiesta, es una descomunal tripa vereda del naranja serpenteante, es el sueño de un dios imperfecto y atolondrado. Es congestión, multitud, grito, prisa. Es razón y locura.

La Ciudad de México es la fiesta infinita. Aquí encuentras bríos para todos los gustos y gastos. Siempre toparás a alguien que quiera hacer lo mismo que tú. Puedes bailar alrededor de una hoguera toda la noche, despertar pidiendo más y encontrar donde conseguirlo. Mi ciudad es licor, alquitrán, ruido, veneno. Mi ciudad es pan y besos, zapatos de pies que no quieren parar.

En mi ciudad todo puede pasar. Hay un barrio que se llama Buenos Aires pero que no tiene argentinos, allí a los autos les pillan o venden sus partes, los lindos gauchos y las bellas porteñas, sin embargo, se hospedan mejor en la gran casa de una Condesa generosa que tiene fiesta de noche y día. Mi ciudad es Babel, donde encuentras almas y corazones de todas las aldeas del planeta.

Hay también un barrio, bravo como león furioso, se llama Morelos, pero le dicen Tepito. Es una isla urbana en la que cada calle es parte del único mercado perpetuo, ese, en el que si llegas queriendo comprar una ballena azul, solamente te preguntan si la quieres viva o muerta.

Hay avenidas que se cruzan como laberintos interminables cuyos minotauros esperan en cada esquina la piedad de Teseo. Insurgentes, Reforma, Revolución, Patriotismo, Lázaro Cárdenas, Vertiz, Viaducto, Melchor Ocampo, Mariano Escobedo, Mazarik, Ermita, San Antonio, Las Flores, Periférico, Misterios, Juárez, Tacuba, Madero, Izazaga, San Joaquin, Mixcoac, Consulado, Churubusco, Taxqueña, Tlalpan, Cuauhtémoc. Mi ciudad es borrón y cuenta nueva. Es Roma, Polanco, Doctores, Centro, Guerrero, Santa María la Ribera, Santa Fe, Sotelo, Coyoacán. Es dieciséis casas grandes con historias y reyes distintos que solamente ofrecen hospitalidad y consuelo, pero sobre todo, mi ciudad es la casa en la que nací y crecí. Donde tengo a mis amigos y mis recuerdos. Donde conocí el amor y donde lo perdí.

Mi ciudad no es el tapanco del infierno, cuando menos yo he pensado en que más bien es algo así como el sótano del paraíso.

Que viva el orgullo chilango. Amigos, de otros estados, visiten el Distrito Federal, vengan a vernos y a beber de nosotras, les aseguro que se van a divertir. Yo acá en cortito les puedo dar ideas de cómo, pues cuando menos les digo que mi amigo norteño se fue de esta ciudad de sus angustias con una sonrisa perdurable.

Un beso
Fernanda, siempre
fernanda@fernandasiempre.com.mx

(Publicado en el Periódico METRO el 3 de julio de 2007)