Crónica de una cita

Aunque cada encuentro es diferente, casi todos se parecen. Hay quienes piensan que una cita comienza en el momento en que una toca la puerta de la habitación y ésta se abre. Yo sé que eso no es cierto. Una cita, invariablemente, comienza con una llamada. Poniéndonos de acuerdo, confirmando lugar y hora. Esto, en promedio, ocurre dos o tres horas antes del horario convenido, en menos tiempo siempre me ha costado un trabajo infinito organizarme.

Al colgar el celular comienza un ritual de alistamiento. De hecho, la primera vez que el cliente me hace desnudarme no es frente a él sino en mi casa, no me gusta ir a una cita sin darme una ducha rápida seguida del protocolo cosmético.

Una amiga me dijo, cuando empezaba en este rollo de anunciarme en Internet, que una de las cosas más importantes para un cliente cibernético es que una sea tal cual la vieron en su computadora. Obvio, para el estudio fotográfico una va lo más arregladita posible y el aspecto que ofrecemos en buena medida depende del uso correcto del maquillaje. El boleto cuando trabajas es arreglarte para que tu cuerpo, rostro y cabello se vean tal y como se ven en tu anuncio, hacerlo requiere tomarse un tiempo y llevar un ritmo.

Yo tengo un espejo de cuerpo entero (que en mi caso no es gran mérito, pues mido 1 metro 55) junto al cual se despliegan como charola de cirujano todos mis instrumentos: Base, cremas, polvos, lápices, pinceles, labiales, delineadores, pinzas, rizadores, perfumes, cepillos y demás utensilios de camuflaje. Con precisión aprendida aplico frente al espejo cada una de las decoraciones necesarias, para luego escoger de mi armario las prendas que, sin vulgaridades ni prototipos, sean capaces de estimular al cliente que aguarda en un cuarto de hotel y que probablemente mientras espera, desespera. La tirada es cubrir sus expectativas. Una vez que siento que todo está listo, reviso que el en bolso lleve cuando menos el kit inexcusable (teléfono, condones, lubricante y lipstick) y me lanzo sola a la aventura.

Al salir de casa, viene la parte más aburrida, treparse al coche y manejar hasta el punto de encuentro. Supongamos que es en la habitual y dominada zona de Patriotismo y Revolución. Entonces habrá que tomar circuito interior y, a vuelta de rueda, avanzar fumándose el smog de la ciudad y escuchando a todo volumen cualquier CD capaz de abstraerte del diario congestionamiento. Dependiendo de la marcha, manifestación, tormenta o accidente del día, salvas el tráfico y, más tarde que temprano, llegas a la zona turística (digo turística, por tanto hotel que hay por ahí) y das con el lugar de las pasiones de arancel. Estacionas el carro y caminas a la recepción.

Pasas directo a la recepción. No saludas ni entras en confianzas innecesarias con nadie, pero como se trata de gente a la que ves seguido y quién sabe si un día necesites, tienes que equilibrar la amabilidad con la distancia. Te anuncias y esperas la confirmación. Yo tengo una amiga y un amigo muy queridos, me ayudan mucho para organizar mi vida. Alguno de ellos siempre está al tanto del lugar al que voy y más o menos por cuanto tiempo estaré ahí. Lo hago para que sepan donde empezar a buscar en caso de cualquier contingencia, por eso, después de la autorización para subir le marco o le envío un mensaje de texto al que esté disponible de los dos informándole que estoy por entrar al cuarto.

El ascensor es el momento para una última retocada. Labios, cabello, aliento fresco… Ya frente a la puerta dibujas en el rostro una sonrisa y tocas suavemente, sin prisas.

Cuando la puerta se abre, saludas al cliente con un discreto beso en los labios. Pensarás que es mentira, pero después de todo el borlote previo, hasta que das ese beso él siente que la cita está comenzando…

Si quieren saber lo que pasa entonces, la parte cachonda en la crónica de una cita, tendrán que esperar a que lo publique en un libro, porque si esto es revelador, imaginen lo que es una vez que me encuentro a solas con ustedes y los fuegos artificiales comienzan a encenderse…

Les dejo un besoFernanda, siempre
fernanda@fernandasiempre.com.mx

(Publicado en el Periódico METRO el 7de junio de 2007)

4 porras y 2 mentadas:

Unknown dijo...

Que barbarida Fernanda, no me imaginaba todo el ritual por el que pasa una chica para una cita como esta.

Algo que me agrada mucho es la naturalidad con la que escribes y si realmente pones ese empeño en arrglarte para cada cita (porque luego se sabe que chicas que llegan con un pobre cliente ni alcanzaron a bañarse de la cita anterior)... pues en la primera oportunidad voy a llamarte para concertar una cita.

Besos y felicidades por estos relato, realmente mereces tener una columna en el diario. Sigue con la calidad de tus escritos y tus atenciones para los clientes.

Anónimo dijo...

eres hermosa y bella amor contactame jose-soler08@hotmail.com

DULCE dijo...

wow hermosa todo un ritual...

eres muy buena escribiendo...

besos

Anónimo dijo...

Hola Fer si me permites la confianza?
Pues que te cuento que hoy una vez mas me quede con las ganas de conocerte. Y porque la timides? tu dirias, pues no fue tal sino mala suerte resulta que el numero que habia almacenado de contacto con tigo ya no es no tuve la precaucion de verificar tu pagina. en fin el asunto es que cada ves que me armo de valor para tener una cita contigo algo sucede, he pensado en mil variables y casi siempre me doy la misma respuesta o escusa y esta es que no se si verdaderamento no me voy a sentir culpable por estar contigo, tu sabes por aquello de la fidelidad que bueno eso se que es un tema personal pero no deja de rondarme y quisiera tu opinion. Y porque la mia te preguntaras? Bueno desde mi punto de vista es muy valiosa la opinion de alguien que ha superado los tabus y es capas de hablar de algo tan natural como lo es el sexo ya sea con tu pareja o como tu lo haces como quiera que lo llamemos.