Enfrentada como estoy a mi insomnio, a mis cuitas y a mi colección de boleros insensatos cantados por “el Pirulí”, abrí una botella de vino, partí un queso, encendí un cigarro y celebré reunión solemne conmigo misma. La fiesta de uva fermentada en mis labios y los acordes mustios del requinto sirvieron de pretexto para hacer rigurosa auditoría a las torcidas rutas de mi vida. Con vanidad, pudor y gratitud, pasé revista al estado que guardan mi entorno y convicciones. Tomé, entonces, la determinación de hacer concilio con Fernanda y suscribir sin reservas el siguiente
MANIFIESTO
Soy feliz.
Llevo una vida complicada y un tanto pendenciera. Soy impulsiva, arrebatada y difícil. Pienso con la cabeza pero decido con las tripas. Tengo una voluntad inquebrantable y la firme ideología de que las cosas llegan cuando sabes aguardarlas. No acepto ataduras. Para mí un tormento es cualquier cosa que restrinja el ejercicio de mis libertades. He amado y sido amada. Vivo con intensidad cada etapa que paso. Lloro mis tristezas y me vierto en carcajadas durante mis alegrías. Soy feliz porque creo que en la vida no hay más límites que los que tú le pones. Estoy convencida de que se puede conquistar el mundo con dos manos y mucho corazón.
Soy íntegra. No me arrepiento de mis actos y enfrento sus resultados. Cometo errores todos los días, pero tengo los ovarios suficientemente plantados para reconocerlos y arreglarlos. Casi siempre me gusta la mujer que encuentro en el espejo. Disfruto cómo soy y lo que soy. He salido adelante sola y a veces no sé qué diablos hacer con todo, pero mantengo siempre el optimismo y salgo al mundo con la cara alegre, la música por dentro, muchos condones y la certeza de que doblando la próxima esquina me están esperando el destino y la fortuna para convidarme a un cafecito.
Soy reventada, imprudente y vanidosa. Sigo más los consejos del instinto que de la razón. He realizado tantas locuras que podría mi corta vida inspirar un estudio clínico. Me gusta ir de prisa y sin miedos. Agandallar todos los dulces cuando se rompe la piñata. Soy cínica a morir y no tengo pelos en la lengua. Aborrezco guardarme una opinión y soy firme de convicciones. Por ello, con los pies clavados en la tierra y la cabeza vagando en el humo de mis cigarrillos resolví poner en manifiesto y compartir contigo las decisiones que han de han de regir mi vida:
Decidí quererme más. Celebrar todos los días el milagro de mi existencia. Salir al mundo armada de valor y convencida de que merezco lo que quiero. No voy a permitir que me asfixien ni aceptaré críticas frívolas ni regaños de gente intolerante. Quien quiera estar conmigo deberá saber que tiene que ponerse a mi altura y aceptar que soy una mujer libre, trabajadora, fresca y luchona. Que no debe tener miedo a que en muchas cosas seré mejor que él, como yo no tengo miedo a que en otras él sea mejor que yo.
Decidí no dejar que me venzan. Afilar mis garras para afianzarme a un mundo en estrepitoso movimiento, pero también para defenderme de posibles amenazas. No es fácil la vida cuando para subsistir tu oficina y herramientas son el cuerpo y las caricias. Cuando para vender ilusiones abres los brazos y rentas ratos. Este trabajo ha fortalecido mi espíritu y me ha enseñado que detrás de toda llamada puedes encontrar recuerdos encantadores, pero cansa. No quiero ser nunca una puta triste. El día que de plano no pueda poner a mi trabajo un poquito de alegría, sin duda alguna colgaré los guantes.
Decidí trabajar muy duro. Cosechar de una buena siembra. Dedicar mi corazón y entusiasmo a asegurarme de que los puntos vayan coronando íes. No detener este tren de alegría que va fabricando sueños y levantando resultados. Salir a la vida cada día con la misma energía. Conocernos y olvidarnos a cada rato, en cada caricia o después de cerrar todas esas puertas de hotel. Romper corazones y que rompan el mío, demostrándole a la vida que las heridas cicatrizan. Soy jugadora, así que estoy dispuesta a perderlo todo intentando, pues creo firmemente que sólo el que trata gana.
Decidí cambiar sábanas cada día. Que un chorro de agua se lleve siempre las angustias y los dolores de la noche anterior. Dejar en paz los pétalos de las margaritas que me han demostrado no ser oráculo ni promesa. Equivocarme más seguido. Relajarme y tomar riesgos. Besar más y trabajar menos. Sonreír cuando me enoje. Decidí bailar mucho. Disfrutar sin remordimientos de todas las cosas que me complacen. Endulzar mi boca más seguido con enormes pasteles de mil hojas sin dejar ni la última migaja. Hacer el amor cantando, cuando menos tres veces al día. Volar, correr, gritar, emocionarme. Vivir jugando cada minuto.
Decidí jubilar los protocolos. Nada de apariencias ni fingimientos. Renuncio a toda clase de simulacros. Quiero vivir sin tintes, maquillajes ni persianas. Quien me quiera, que me quiera como soy, sin complejos ni mentiras. Poder, cuando lo sienta necesario, cambiar el timbre atemperado de mi voz por un sonoro eructo. Hacer el papel de niña mona no me queda, así que levantaré mi bandera de pirata y conquistaré con más gloria que pena los siete mares de la franqueza.
Decidí darme por completo. Estoy rodeada de mucha gente que me quiere. Hay personas que no conozco pero que han tenido el detalle noble de darme muestras de un afecto inmerecido, pero hay también personas que han tocado mi vida de manera especial y me han ayudado a ser quien soy. No conozco emoción más sublime que el cariño de un amigo. A mis amigos los llevo siempre y así en las buenas como en las malas sabré ser con ellos. Los quiero muchísimo.
Decidí honrar mi condición de mujer. La naturaleza me premió regalándome como funda un cuerpo que se inscribe en el gremio del sexo débil (já). En mis venas transita el orgullo de pensar, sentir, querer y comportarme como mujer. Somos el pivote del mundo. Esperanza, claridad, equilibrio, resistencia, paciencia, amor, belleza, inteligencia, sensatez, entereza, probidad, templanza, gerencia, indulgencia y fe son nuestras cualidades y estrategias. Me empeñaré en usarlas. Ser mujer es ser origen, fuente primaria de toda vida y razón.
Decidí resucitar mi corazón. Amar es la mejor manera de perpetuarse. Sé que en algún sitio está la persona que hará las alegrías de mis días y las delicias de mis noches. Me gusta despertar ilusionada, escuchar abrazada el canto del gallo y tomar satisfecha el café del desayuno. Espero a alguien prudente, que sepa hablarme y escucharme. Alguien en quien pueda confiar con los ojos cerrados. Un tipo que me quiera por neurótica y desinhibida. Capaz de cuidarme y respetarme. Que no desperdicie tiempo y energía en celos necios, que intuya que así como soy, desmadrosa y fría, un bonito detalle siempre es importante. Que entienda que las flores hablan con nosotras y me las regale más seguido. Un hombre que tenga convicciones, pero que sepa respetar las mías. Con quien pueda andar codo a codo, nadie delante, nadie detrás. Un hombre por quien me desvele cuando estemos juntos y más cuando estemos separados. Que sepa besarme y tenga intuición para buscar en mi cuerpo las caricias que me pierden. Alguien con quien pueda jugar todo el tiempo a ser feliz y termine por creérmela. No pido mucho, solo a aquel que se crea capaz de lo imposible. Si no llega no importa, no le temo a estar sola y siempre he creído que el sexo con amor es lo más hermoso, pero el sexo sin amor, muy divertido.
Vinimos a la vida sin saber por qué y sin haberlo pedido. Nos echan a andar de pronto y ni siquiera es alguien capaz de darnos un instructivo. Es trabajo nuestro tomar decisiones. Regarla a cada rato y estar busque y busque trapeadores del tamaño de nuestros errores. Se sufre mucho. Es un mundo ciego en el que a cada paso puedes pisar en falso y romperte la tatema. Por eso es tan importante que nos armemos de valor y vayamos siempre buscando la mejor ruta. Eso sí, la mejor, no siempre es la más fácil, lo más cansado y difícil son los caminos que suben, pero también son los únicos que te llevan arriba. Por eso, si me buscan, que por favor sea de subida.
Así lo manifiesta, suscribe y ratifica en la ciudad más loca del mundo una noche de verano esta puta belicosa que no tiene más nada que hacer hoy, que beber las últimas gotas de este vino e irse a dormir con más decisiones que ayer, pero menos que mañana.
Sinceramente
Fernanda