Ese de azuuul...

Cuando me dijeron que vería una película sobre unos monitos azules que viven en un bosque encantado, me dije ¡No mames! ¿Los Pitufos? He de confesar que fui a regañadientes... ¿Quién diablos a mi edad va a ver una puta película para niños? Digo, una cosa es que apenas esté dejando la adolescencia (ja, ja, ja) y otra, muy distinta, es que me lleven a ver una cacería de teletubbies.

Para empezar, a los pocos minutos me di cuenta de que Avatar es muchas cosas, pero no una película sólo para niños. Es laaaaarga (qué rico), costosa (más rico) y se desarrolla súper padre. Me caga cuando me platican o recomiendan una película que me cuenten bien de qué se trata, por eso no acostumbro hacerlo. Baste con decir que la película está sencillamente de huevos. Una historia súper conmovedora, con muchas escenas de acción, escenarios impresionantes (todos generados por computadora) y una nueva tecnología que, quieras o no, resulta sorprendente (en estas épocas en que casi nada sorprende).

Lo más chingón de la película, es que sales con la sensación de haber visto una película importante. No sé, si los críticos (esos que saben de cine, escriben con solemnidad y te mandan a ver películas que te duermen más cañón que un tafil), la vayan a considerar otra película pedorra de efectos especiales y espaciales, no sé si alguien opine que es la versión marciana de Pocahontas, lo que si me queda claro es que, al menos para mí, es como "La Guerra de las Galaxias" de esta generación.

"Avatar... I'm your father...!"

Tomando el pulso

Tic... tic... tic...

De niña, cuando me enfermaba, mi mamá acostumbraba tomarme la temperatura y pedirme que sacara la lengua. Luego me llevaba al médico. Mi papá, en cambio, lo primero que hacía era tomarme el pulso. No sé para qué, supongo que el que hablara le hacía suponer que mi corazoncito seguía latiendo, pero tenía esa costumbre.

Sin embargo, en ese entonces, el que mi papá tomara mi muñeca y con su pulgar y su reloj calculara el ritmo de mi corazoncito, no sólo le ayudaba a mal diagnosticarme, sino que, magicamente, me provocaba una notable mejoría. Yo pensaba que ese toque prodigioso era suficiente para evitar cualquier enfermedad.

Ahora... ¿De qué se enferma un Blog? ¿Qué lo mata?

¿La ausencia?...
¿Las lagunas cada vez más prolongadas?
¿El silencio?
¿La monotonía?
¿La falta de creatividad?
¿La arrogancia?
¿La falta de talento?
¿El aburrimiento?

No lo sé... a veces creo que abandono tanto este changarro que un día voy a regresar y voy a encontrar que están velándolo en medio de cirios pascuales... Afortunadamente están ustedes con sus muchos pulgares disfrazados de ojos y de comentarios...

¡Gracias por tomarle el pulso a este humilde blogesito!

Gracias de veras y felices fiestas...

Usa protector solar

No andaba muerta andaba de parranda

Agua pasada



Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el solo de pijamas con sordina,
la adrenalina en camas separadas.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño,
los móviles que insultan con los ojos,
el sistole sin diástole ni dueño.

Lo atroz es no querer saber quién eres,
agua pasada, tierra quemada,
que dé igual esperarte o que me esperes,
que no seas tú entre todas las mujeres,
que la cuenta está saldada.

Las canciones de amor que no quisiste
andan rodando ya por las aceras,
las tocan las orquestas de los tristes
pa que baile don nadie con cualquiera.

Las maletas que llegan sin tu ropa
giran perdidas por los aeropuertos,
la pasión cuando pasa es una coopa
de sangre desangrada en el mar muerto.

Remendar las virtudes veniales,
condenar a galeras los archivos,
cuando al punto final de los finales
no le siguen dos puntos suspensivos.

Peor es no saber quién quién eres,
agua pasada, tierra quemada,
que dé igual esperarte o que me esperes,
que no seas tú entre todas las mujeres,
que la cuenta está saldada.