Seducir es un arte. Requiere de técnica y tanates. Inauguremos en este blog una sección con consejos prácticos para el arte de la seducción. ¿Cómo hacer para ganarte un rato con la chava o el güey que se te antoja? ¿Cómo consegir novio o novia? A ver qué sale... Para comenzar, dejo algo que publiqué en el periódico la semana pasada.
Me encantan estas fechas. Quienes no están ya de vacaciones, están a punto de estarlo. Sin duda uno de los ingredientes más fascinantes del reventón vacacional es la siempre probable promesa de romance. El deseo de tener un acostón memorable sin más trámite que atreverte ni más consecuencia que un buen recuerdo.
Una de las cosas que más me gustan de vivir en estos tiempos es que hoy las mujeres no sólo podemos tomar la iniciativa cuando un chavo nos gusta, sino que además, coger por la única razón de que se siente rico, ha dejado de hacernos sentir culpables. Vivimos una época de mujeres “hombreriegas”. El que otrora fuera lema masculino de “hoyo, aunque sea de pollo”, lo hemos convertido nosotras en “cuando viene la calentura, basta con que se ponga dura”.
Esta realidad ha cambiado el arte de la seducción. Aunque por un lado nuestra abierta sexualidad supone que sería más fácil para los caballeros encamar alguna chava en una noche de suerte, por otro, el que más chavas estemos dispuestas a pasar una noche loca y sin compromiso, también nos da el chance de seleccionar y actuar. Ya no siempre esperamos a que nos seduzcan, cuando decidimos a quien nos queremos tirar, vamos sobre de él. De modo que siempre terminan siendo los mismos cabrones de uno ochenta, nalgas firmes y lavadero en donde a la mayoría le cuelga la barriga, quienes acaban entre las sábanas de las chavas disponibles.
Por eso, si un güey que no tiene esas características quiere ponerle con una damita disponible y huatequera, debe ponerse más buzo y creativo. Pongo como ejemplo una anécdota de
Elsita, una muy guapa y connotada bloggera cancunense (con residencia en Gringolandia), mejor conocida como la madre de todos los vicios, que escribe un divertido blog sobre sus peripecias y que recientemente contó que:
“Una vez conocí en un antro a un muchacho que, sin ser un símbolo sexual, tenía lo suficiente para no salir corriendo cuando, de pronto, me atrapó el brazo y me dijo:
-¿A dónde vas? Te andaba buscando.
Sonreí y traté de reconocerlo. Durante los primeros diez segundos desde que me detuvo, pensé, por la confianza con que hablaba, que podía tratarse de alguien que me conocía. Un poco confundida, le seguí el juego. Supe que no era nadie conocido después de escuchar (aun con el escándalo del antro) que tenía acento argentino y que todo el choro no era sino su táctica para llamar mi atención. Lo logró, pues me quede ahí, esperando a ver que otras mentiritas dulces me decía el boludo.
Después de unos minutos, supe que no era de Argentina, sino de Uruguay y que le encantaba mi arete de la nariz.
-Gracias- le dije sonriendo
-Sho tengo uno de esos aretitos en la lengua ¿sabes?
-¡A ver!-le ordené
-No. Mejor bésame, y así lo sentís- me respondió acercándose a mis labios. Lo dudé un segundo, pero ganaron las hormonas, y lo deje darme un beso mucho, mucho, pero muuucho mas largo de lo que pensé que iba a ser. Eso sí: muy rico el beso, pero no sentí nada en su lengua.
-No tienes ningún arete- le grité fingiendo seriedad.
-¡Eh! ¿arete? ¡Ah, si! Eso… No, no tengo ningún arete en la lengua, pero quería besarte- Entonces sonrió y me dio otro beso”.
El secreto está en ser aventado y atreverte, con seguridad y líneas creativas, a hacernos reír. Cuando la frontera de la risa está librada, aunque no seas el cabrón de nuestros sueños, todo se vuelve posible. Desde allí es cosa de mantener el rumbo que, muy probablemente, te llevará a hacernos las delicias de la noche.
Recuerdo la vez que un chavo, en una fiesta, se me acercó y me dijo:
-Tú vas a ser mi novia
-¿De veras?- le contesté -¿Qué te hace pensar que vas a correr con tanta suerte?
-Pues que soy a toda madre y cojo riquísimo, pero como eso sólo lo vas a comprobar cuando seas mi novia, sé que no te vas a quedar con las ganas.
Me hizo reír. Desde luego, no me hice su novia, pero seguimos conversando y no me quedé con las ganas de comprobar que no estaba presumiendo en falso, ciertamente cogía muy rico.
En pocas palabras, el humor que nos gusta a las mujeres, es aquel que nos demuestra que no te tomas las cosas con demasiada seriedad, y que tienes la seguridad y la confianza suficiente en ti mismo para atreverte a proponer, con creatividad y sin ofender, que quieres acostarte con nosotras. Cuando un hombre encuentra la manera de proponerlo y obtener como respuesta una sonrisa en vez de una cachetada, va por buen camino rumbo a la cama.
Como diría mi querida
madre de todos los vicios: en asuntos de seducción, es la originalidad y la firmeza lo que distingue a los niños de los hombres.