Creo que yo, como la mayoría de la gente, no sé a ciencia cierta qué diablos pasó ni por dónde fue que se chingó el asunto. Un día, de pronto, se anunció en los noticieros que había quebrado un gringo banco mierdero y al otro ya estaba el mundo entero en medio de una broncota tamaño rotoplás y con la reatota atorada desde el orgullo hasta las anginas. No sé si todo es culpa del gringo loco al que avientan zapatazos, si algo tiene que ver el gobierno del empleo o si cada quien hicimos o dejamos de hacer algo que nos jodió, pero la neta es que me preocupa. Tal vezx no bastó que mucha gente votara contra ese peligro para la nación que iba a hacer que nos acordaramos lo que significaba que un billete de veinte mañana valiera... ¿a cómo está hoy el dólar? ¡Qué importa! Basta con anunciar que el pedo viene de afuera, que es una crisis mundial, para que el mal de muchos termine por consolarnos. No creo que sirva de mucho que haya bajado por una temporada mi tarifa a $1,800.00 pero hay que estar a tono con los tiempos y poner cada quien su granito de arena ¿no?
Es curioso (insisto) que hace apenas unos años, pasaban en la tele comerciales diciendo que los niños de estos tiempos ya no sabían lo que significaba la palabra crisis. Insinuaban que si la escuchaban tendrían que ir a buscarla a un tumbaburros, como si fuera una de esas palabras raras que nadie usa. ¿De verdad creerían que no llegaría o nomás se hacían majes? Yo a veces siento que vivimos en un tablero gigantesco de Monopoly (o turista pa los más nacionalistas), donde el puto banco no deja de darle más y más lana al que va ganando. Habrpa quienes no vivieron la crisis y no saben lo que es, pero la verdad a mí sí me tocó entenderla y vivirla en carne propia.
Ya lo he contado en otras ocasiones, pero ahorita va muy a tono con el tema: Yo nací en una situación privilegiada. En mi casa no sólo nada faltaba, sino que nos acostumbraron a lujos y comodidades, que veríamos desaparecer de pronto, como efecto de una crisis que se vivió por allá de mediados de los noventa. Para cuando entró el siglo XXI, de la lana y propiedades que tenía la familia apenas quedaban unas cuantas cosas y muchos recuerdos. He dicho que jamás sabré si papá murió porque nos quedamos pobres, o si nos quedamos pobres porque papá murió, el caso es que conforme aquella crisis y las deudas que trajo consigo fueron llevándonos a la bancarrota, mi papito fue haciéndose chiquito, chiquito hasta que terminó por apagarse. Hay quien dice que lo mató un infarto, pero yo sé que todo aquello acabó por romperle el corazón.
Naturalmente, a partir de esa crisis mi vida dio tremendos giros y torceduras. Se dieron lugar una serie de acontecimientos que fueron llevando a otros y a otros, hasta que terminé por resolver mis emergencias inscribiéndome al gremio más antiguo del mundo. Cuando una chava tiene buena percha y poca lana, sobran las billeteras caritativas dispuestas a cambiar fondos por caricias. Fue cuestión de dejarle al tiempo convencerme, sin falsos prejuicios, de que era un camino digno y honesto para que nada faltara en mi refri, sin embargo, a veces me pregunto qué sería de mí hoy, si no hubiera tenido que vivir las consecuencias de aquella crisis. Es probable que habría terminado una carrera y, aunque seguramente sería bien locochona y calenturienta, lo más seguro es que lo haría por puro gusto y no como medio de llenar la alacena.
Por eso ahora, cuando alguien me habla de la crisis siento una punzada en la barriga y aunque, como dice Gloria Trevi, estoy dispuesta a salir a partirme la mandarina en gajos todos los días para tener con qué comprar la chuleta, la neta es que me da ñañaras saber que no depende sólo de mí el asunto de salir adelante.
En cualquier caso, creo que tenemos que ser fuertes para lo que se venga. Es chamba de todos estar preparados. Pensar que algo grande sucedió y está sucediendo allá, donde no podemos hacer nada. ¿Qué sabemos la mayoría de bolsas de valores, de rescates financieros o de todas esas palabras que se han puesto de moda? Sabemos de la bolsa del mandado y del rescate de nuestras quincenas. De eso tenemos que ocuparnos. Es hora de estar listos, hay que conocer al vecino, preocuparnos por lo que le pasa al otro. Estar al pendiente de que una chavita no tenga que vender las pompis por primera vez para ganarse unos pesos, que un papá no se muera de tristeza porque lo va perdiendo todo, o que una mamá tenga para alimentar a los suyos. En tiempos de crisis lo que puede salvarnos es estar unidos. Dar abrigo, alimento y calor a quien lo necesite. Pensar que nada sobra, cuando a alguien le falta. Sólo la esperanza vence los problemas grandes. Perdón si me puse cursi.
Un beso
Fernanda, siempre